La tarea que enfrentará el próximo Secretario General de las Naciones Unidas no será fácil. El mundo parece tambalearse al borde de múltiples crisis interconectadas, incluidos los conflictos en Siria, las tensiones en torno a Ucrania y las disputas por cuestiones de recursos hídricos y de tierras. Todo esto en un momento en que vemos el mayor movimiento de personas desde la Segunda Guerra Mundial.
En los debates públicos en los que han participado los candidatos para el próximo Secretario General de la ONU, han demostrado que pueden enumerar lo que estará en su bandeja de entrada, pero pocos han reconocido el hilo conductor que atraviesa muchas de estas crisis y desafíos: El impacto de un clima cambiante. Cualquier análisis que no reconozca esto como uno de los impulsores clave de la inestabilidad global actual y futura es erróneo.
La evidencia de este impacto es cada vez más evidente. Si bien muy pocos dicen que el cambio climático es una causa directa de conflicto, ciertamente aumenta la probabilidad. El mes pasado, una investigación publicada por el Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático encontró que los desastres climáticos aumentan las posibilidades de conflicto armado, particularmente en naciones étnicamente divididas. El cambio climático ya está contribuyendo a la agitación social e incluso a conflictos violentos al empeorar las malas situaciones. En 2015, la Academia Nacional de Ciencias relacionó una sequía prolongada en Siria en 2011 con el cambio climático, y sugirió que la sequía pudo haber contribuido al inicio del conflicto y la posterior crisis migratoria: la sequía de 2006-2011 fue particularmente severa y condujo a una generalizada malas cosechas, lo que a su vez obligó a las personas a trasladarse dentro de Siria a las ciudades en busca de trabajo, lo que aumentó la tensión y las posibilidades de conflicto en las zonas urbanas. Como siempre, habrá puntos de vista alternativos y, si bien otros análisis sugieren que el vínculo puede no ser tan sencillo, las nuevas incorporaciones ciertamente han dado un impulso al debate.
A diferencia de sus compañeros candidatos, Christiana Figueres, una diplomática costarricense y ex jefa de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, no solo reconoce que el cambio climático es una de las mayores amenazas que enfrentamos, sino que también entiende que las implicaciones de seguridad deben se abordará junto con todas las demás amenazas a la estabilidad y la prosperidad mundiales, en lugar de hacerlo de forma aislada. Ella sabe que sin ese enfoque, el cambio climático promete hacer que muchas de nuestras crisis más complejas, desde la migración hasta el conflicto, la escasez de alimentos y el terrorismo, sean mucho más difíciles de resolver.