Por segundo año consecutivo, la economía global ha crecido sin un aumento correspondiente en las emisiones vinculadas al cambio climático, revirtiendo una tendencia de casi dos siglos y dando algunas esperanzas de que los gases que atrapan el calor se puedan frenar sin dañar los niveles de vida.
Y, en un cambio similar sin precedentes, los funcionarios en los Estados Unidos, el segundo mayor emisor de CO2, dicen que este año Estados Unidos producirá más electricidad a partir de gas natural que el carbón; ese cambio está contribuyendo a una caída en las emisiones de carbono de los EE. UU. y refleja el rápido eclipse de la industria del carbón del país, que está pesando sobre los estados productores de carbón como West Virginia.
Según la Agencia Internacional de Energía (AIE) con sede en París, el dióxido de carbono en la atmósfera se mantuvo estable por segundo año consecutivo en 2015 a pesar del crecimiento del PIB mundial. Las emisiones de CO2 han correspondido históricamente con el crecimiento del PIB, ya que la energía es un ingrediente principal en la actividad económica. De hecho, los economistas han hermanado durante mucho tiempo el crecimiento del consumo de energía y el PIB como socios axiomáticos.
Pero, en un informe de marzo de 16, la AIE dice que desde 2013, el crecimiento del PIB mundial y el consumo de energía parecen haberse desacoplado: las emisiones de CO2 se mantuvieron esencialmente estables en poco más de 32 mil millones de toneladas métricas en 2014 y 2015. Si la tendencia continúa, indicaría que el mundo está logrando el control sobre tales emisiones, lo que según los científicos es una razón principal para el cambio climático:
Las emisiones de CO2 han sido planas año con año solo cuatro veces anteriores en las últimas cuatro décadas, dice la AIE, tres de esas ocasiones correspondientes al estancamiento o declive económico mundial. Pero esta vez, el PIB global creció en 3.4% en 2014 y 3.1% en 2015.
Todos debemos darnos cuenta de que la mayoría de los defensores del calentamiento global se financian con dólares de impuestos (profesores, profesores universitarios, científicos en instalaciones de investigación, etc.), y cuando una institución ha decidido alinearse con el mantra del calentamiento global, es un suicidio político para cualquier empleado a cuestionar la “religión”.