Con la esperanza de superar las leyes y regulaciones de las naciones terrestres, un grupo tiene planes audaces para construir una ciudad flotante en Tahití, Polinesia Francesa. Puede sonar un poco como el comienzo de una distopía de ciencia ficción (de hecho, esta es la premisa básica detrás del videojuego Bioshock), pero los cerebros detrás del proyecto dicen que su comunidad tecno-libertaria podría convertirse en un paraíso para el emprendimiento tecnológico y la innovación científica.
El Instituto Seasteading fue creado en 2008 por un ingeniero de software, jugador de póker y teórico político económico Patri Friedman, con financiación del multimillonario fundador de PayPal, Peter Thiel. Ambos libertarios ardientes, su misión abierta es "establecer comunidades oceánicas autónomas permanentes para permitir la experimentación y la innovación con diversos sistemas sociales, políticos y legales".
"Seasteading creará oportunidades únicas para la acuicultura, la agricultura vertical y la investigación científica y de ingeniería en ecología, energía de las olas, medicina, nanotecnología, informática, estructuras marinas, biocombustibles, etc.", se lee en su sitio web.
Su visión consiste en múltiples plataformas de hormigón armado, de aproximadamente 50-by-50 metros (164-by-164 pies) de tamaño cada una, en el mar. Las plataformas podrán sostener edificios de tres pisos, junto con parques, oficinas y apartamentos para que las personas vivan. Para empezar, será el hogar de al menos residentes de 250. Idealmente, todo el asentamiento también será alimentado por energía renovable.
El acuerdo aún tendrá que seguir las leyes internacionales, pero el instituto espera tener regulaciones gubernamentales mínimas, lo que significa que la investigación científica y el espíritu empresarial no se "obstaculizan" por la burocracia.
"Acelerar la innovación está transformando rápidamente el mundo: el Instituto Seasteading ayudará a llevar más de esa innovación al sector público, donde es vitalmente necesario", dijo Thiel con valentía en un ambiental.
¿La nueva Atlántida?
¿Sería menos costoso la libertad de hacer investigación si no hubiera regulaciones gubernamentales o impuestos?
Por supuesto que sí, pero no habría restricciones legales ni ética o moralidad limitante. Sería la tierra dulce de un tecnócrata.