En este artículo, el autor cree que todo saldrá bien si solo se está implementando 'justamente'. ⁃ Editor TN
La agenda verde europea es clave para salvar el planeta, pero también podría salvar un orden multilateral basado en la ilustración del irracionalismo nacionalista.
Estamos a punto de pasar el punto sin retorno respecto al cambio climático.
Todos los científicos son señalando que el calentamiento global es una realidad irreversible y que ahora depende de la acción humana establecerle límites. Necesitamos específicamente mitigar el aumento de la temperatura, que causa graves daños a nuestra forma de vida e incluso podría amenazar a la especie humana.
La acción climática se ha convertido en un imperativo categórico para todos aquellos que desean que los asuntos públicos se rijan sobre la base de la razón y el conocimiento científico. No es casualidad que la extrema derecha y los crecientes movimientos de identidad hayan elegido hacer de la dimensión ecológica uno de sus campos de batalla, otro aspecto más de la guerra que se libra contra la iluminación.
En 2015, la comunidad internacional logró resolver el acuerdo de París, con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura global a 1.5 grados Celsius por encima de los tiempos preindustriales y ciertamente dentro del umbral de 2C de daños irreparables al planeta y a quienes lo habitan. Este objetivo debe traducirse en acciones que permitan una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero y aborden la muy necesaria descarbonización de la economía, de manera efectiva, constante y ambiciosa.
Enorme reestructuración
Poner fin a dependencia del carbón Es la mayor transformación económica que experimentarán nuestras sociedades desde la revolución industrial. Es una gran reestructuración, que afecta la producción, distribución y consumo, y traerá consigo cambios significativos en energía, infraestructura, transporte, sistemas tributarios, regulación financiera y comercio internacional. Nos enfrentamos a una tarea hercúlea, en la que el planeta está en juego, y nuestra forma de vida con él.
Esta transformación, la transición verde, no es gratuita ni tiene ganancias potenciales. En particular, hay costos para la industria, para los trabajadores y los consumidores, que deben compartirse de manera justa y a través de los "amortiguadores" sociales adecuados. Pero también hay beneficios potenciales, en la creación de empleo y crecimiento igualmente compartido y redistribuido.
La tarea de hacer de la transición verde una transición justa e inclusiva es la clave para abordar juntos los dos desafíos principales que enfrentan las democracias en todo el mundo: la desigualdad y el cambio climático. Una transición justa es la única forma de hacer esto posible, evitando las elecciones sociales y electorales. eco-reacciones que rechazan y evitan los cambios importantes que debemos emprender en nuestro mercado laboral, nuestra economía y nuestra sociedad.