En diciembre, las conversaciones en París que involucran a más de 200 países pueden dar lugar a un nuevo acuerdo destinado a reducir las emisiones de carbono. En los meses previos a la conferencia, The Economist publicará columnas de expertos invitados sobre los temas económicos involucrados. Aquí, Thomas Sterner, de la Universidad de Gotemburgo, argumenta que los países que asistan a las conversaciones de París deberán ser más ambiciosos que hasta ahora.
Cuando los líderes mundiales asistieron a la conferencia climática de Copenhague en 2009, fue con un gran optimismo que podría resultar en un progreso significativo hacia el clima global y los objetivos de desarrollo. Esas ambiciones rápidamente resultaron poco realistas. Pero el sentimiento ahora parece haberse movido demasiado lejos en la otra dirección. A medida que se acerca la conferencia sobre cambio climático programada para diciembre en París, los objetivos establecidos para la conferencia son demasiado modestos en lugar de demasiado ambiciosos.
Recuerde la foto con Angela Merkel, la canciller de Alemania, y Barack Obama, el presidente de Estados Unidos, luciendo bastante perdidos. La decepción no conoció límites, pero se debió principalmente a ambiciones poco realistas. Esta vez la decepción puede ser menor: nadie espera que la COP21 en París resuelva todo el problema del cambio climático.
Hoy me preocupa lo contrario: apuntamos a muy poco. Se acaba el tiempo. La acción es urgente, pero las negociaciones avanzan a un ritmo frustrante. Podríamos, a un costo bastante limitado, resolver los problemas. Aún así, la perspectiva es sombría. Los economistas siguen repitiendo: todo lo que necesita es un precio para el carbono. Esto es cierto en un sentido estricto: si hubiera, por alguna magia (pico del petróleo u otro) si hubiera habido un alto precio del carbono, entonces la economía mundial simplemente se adaptaría y apenas nos daríamos cuenta, tal como nos hemos "adaptado" oro y titanio caros.
El problema radica en cómo diseñar las instituciones e instrumentos que crean ese alto precio cuando el mercado no lo hace. Se deben eliminar los subsidios, gravar los combustibles fósiles (o someterlos a un permiso de comercio) y todos los países deben acordar los detalles de una manera que todos consideren "justo". En Copenhague, la gente esperaba un tratado que mantuviera el calentamiento por debajo de dos grados y un acuerdo que fuera generoso en dar a los países pobres más espacio restante.