China nombró oficialmente a su ex zar de internet Xu Lin, un asistente de confianza de Xi Jinping, como su nuevo jefe de propaganda internacional.
El nombramiento confirma un informe anterior del Correo de la mañana del sur de China que Xu se haría cargo de la Oficina de Información del Consejo de Estado, la oficina de prensa del gobierno que también funciona como la oficina de propaganda internacional del Partido Comunista.
El nombramiento es el último movimiento en una sacudida de la propaganda de China y el liderazgo de internet, ya que un Beijing cada vez más asertivo intenta mejorar su imagen en el extranjero y empujar la línea del partido en casa, en medio de las crecientes críticas.
Xu, 55, un ex asistente de Xi cuando este último era el jefe del partido de Shanghai, había sido el jefe de la Administración del Ciberespacio de China, el principal guardián y censor en línea, desde junio 2016. Fue reemplazado a principios de este mes por Zhuang Rongwen, 57, otro ex asistente de Xi.
Los cambios son parte de los esfuerzos de Beijing para arreglar un sistema de propaganda y censura plagado de escándalos de corrupción, incluida la caída de Lu Wei, el predecesor de Xu en el CAC a quien Beijing calificó de "tiránico" y "desvergonzado".
Desde entonces, Lu ha sido acusado de aceptar "una gran cantidad de sobornos" y está en espera de juicio.
Los analistas han dicho que al instalar ayudantes de confianza en los puestos clave, Xi estaba tratando de construir un equipo leal y efectivo para mejorar la imagen de China en el escenario internacional, justo cuando está siendo objeto de un mayor escrutinio por parte de gobiernos que van desde Estados Unidos hasta Australia.
Bajo Xi, Beijing adoptó una política exterior más asertiva, mostrando con orgullo su poderío económico, militar y tecnológico y asumiendo un papel de liderazgo en áreas como la lucha contra el cambio climático. También ha declarado al mundo sus ambiciones de retomar el centro del escenario mundial, como parte del "gran rejuvenecimiento de la nación".
Pero la creciente ambición y orgullo nacionalista del país también ha despertado inquietud entre sus vecinos, que observan con cautela la rápida expansión de su iniciativa de comercio e inversión en el cinturón y la carretera, y su creciente presencia militar en el disputado Mar del Sur de China.
La supuesta interferencia política de Beijing en países occidentales como Australia, que China niega, también ha provocado una fuerte reacción violenta, lo que llevó al gobierno australiano a aprobar una legislación de seguridad nacional que prohíbe la interferencia extranjera en la política.
Algunos críticos también han culpado a las afirmaciones exageradas y nacionalistas en los medios estatales sobre la fortaleza y el progreso de China, acusado de empequeñecer a sus contrapartes en Occidente, y el aplauso de su política de desarrollo industrial por despertar la alarma en Occidente, lo que llevó a Estados Unidos a facturar a China como Un competidor estratégico y poder rival.